Tijuana

Welcome to Tijuana

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A fuego lento

Miremos la siguiente escena: un individuo, de joven apariencia, ingresa a un Oxxo con las manos ensangrentadas y pregunta por el baño. El intendente responde apenas con un gesto que señala el pasillo del fondo. La visión provoca un amplificado extrañamiento: en semejante realidad, la sangre expuesta tiene el efecto de una camiseta mugrosa o un balón de futbol bajo el brazo. De este trato inconmovible con la violencia se alimenta Souvenirs, la primera novela de David Hiriart, un crudo retrato de Tijuana y su condición limítrofe.

Aunque Souvenirs (Centro Cultural Tijuana, México, 2017) persigue la huella de un atribulado vendedor de mariguana californiana en antros y barrios donde se pudren algunos retirados gringos, tiene aliento para registrar de igual modo la derrota a pausas de otros personajes. Ante nuestros ojos pasa todo un catálogo de basura humana: golpeadores a sueldo, meseras que solo consumen alimentos chatarra, músicos de dudoso talento, borrachines caguameros, ex presidiarios en la hora de volver a caer en la tentación, travestis desconsolados. Son los hijos sin privilegios de una ciudad en la cual la vida imita a una víctima del cristal sobre un escenario.

Hiriart tiene oído para captar las voces, sus tesituras, y en esta cualidad sonora reconocemos un mérito de Souvenirs. Leemos “No mames, güey, es la ciudad de la prepa eterna”; “Me dijo Roi que andabas bien agüitada el otro día y vine a ver si un joint te sacaba de tu funk”; “Oiga, y usted, ¿cómo anda de weed, eh? La traigo de oferta hoy”, y sentimos oír a esa Tijuana en donde el único pecado es tomarse un respiro para mirar atrás. Souvenirs exhibe otro mérito, que entra por los ojos: expone visiones resueltas como la del pasillo de 200 metros por donde los habitantes de un lado y otro de la línea se enfrentan y apretujan mientras alcanzan su destino, o la de ese vendedor de mariguana al volante que embiste una pared a toda velocidad para ganarse el aplauso del jefe de una banda de narcotraficantes. Tiene esos méritos…

Y sin embargo, y sin embargo, son opacados por una alarmante incapacidad para dar forma a una escritura. David Hiriart sabe muy poco de puntos y comas, ignora la existencia de las preposiciones, demuestra un nulo respeto por los tiempos verbales. Para ser incisivo: no se ha enterado que una novela es ante todo una construcción verbal. Ah, si hubiera tenido esta verdad en cuenta, si hubiera considerado que no se trata solo de un buen argumento. Ojalá y sea para la que sigue.     (MILENIO)

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