Opinión

Altoparlante: ¿Irreconciliables?

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¿Irreconciliables?

Empieza hoy un año difícil, con un país profundamente dividido en lo político, confrontado tanto en lo ideológico como en lo pragmático, con una muy peligrosa generación de odios polarizados en quien contra vientos y mareas se mantiene como puntero de las preferencias electorales, Andrés Manuel López Obrador.

Separando los votos “duros” y las firmes convicciones ideológicas y partidistas, no resulta tan complejo identificar cuatro posicionamientos ciudadanos frente a la renovación del gobierno federal que tendrá lugar en la elección del próximo primero de julio.

Los que apoyan al tabasqueño porque lo ven como la única esperanza, porque no quieren saber nada más del PRI ni del PAN, y por quienes casi nos presumen vivir un masoquismo moderado: como de todas maneras nos van a robar, que lo haga uno diferente.

En sentido contrario, que tampoco son pocos, los mexicanos que no creen ni tantito en el peje, y que están listos para votar por el candidato que le pueda ganar, sea del partido que sea.

Y es que, puede usted jurarlo, habrá muchos votos “útiles” a favor de Anaya, Meade y AMLO, depositados no necesariamente a favor del destinatario sino más bien en contra de alguno de los demás contendientes.

Otro grupo importante es el de quienes ven a los candidatos independientes como una opción real o simplemente una menos peor, aún y cuando en su mayoría se trate de aspirantes con muy claras afinidades partidistas.

Nos quedan los resignados; aquéllos que no van a las urnas porque no les interesa o están convencidos de que cualquiera que sea el resultado de todas maneras nos irá de la fregada.

Nada que nos asombre, porque cada cabeza es un mundo y lo que a unos les parece bien a otros les resulta lo contrario.

Lo que para nada resulta natural son esos odios a niveles enfermizos, que perdonarán la insistencia de quien esto escribe –sinceridad obliga–, anidan especialmente entre los seguidores de Andrés Manuel: si no estás con ellos, mínimo que te quemen en leña verde.

Admitamos que también en el PAN y el PRI vemos signos de intolerancia frente a quienes piensan de manera diferente, pero son claramente mayores entre los que desde ya advierten que no admitirán otro resultado electoral que no sea el de López Obrador presidente.

Las redes sociales son escenario de insultos, descalificaciones y etiquetas, todas las horas de todos los días, en contra de quienes se atreven a decir que no creen o no votarán por el candidato del Movimiento de Regeneración Nacional.

Es para algunos de esos fanáticos un asunto de dogmas, y por lo tanto no hay manera de convencerlos de que por encima de todo están las libertades, y que entre ellas destacan las de pensar y de opinar.

La aparente alternativa de la república de la intolerancia, o el escenario de conflictos postelectorales en los que el cierre de Reforma puede ser el equivalente a una caricatura.

Hay que quitarle las interrogantes al título de esta columna con la que iniciamos este 2018.

Pensar es un derecho, y usarlo de ninguna manera nos debe convertir en enemigos.

Tengo amigos y conocidos con posicionamientos y preferencias distintos en lo político, con los que unas veces coincido y otras discrepo.

Pero en el pensar diferente está precisamente la riqueza ideológica de un pueblo.

Entendamos y respetemos nuestras diferencias, en lugar de repudiarlas y concebirlas como la peor de las negatividades.

Espero que no sea mucho pedir.

Con mis mejores deseos para todas y todos.

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