Opinión

Altoparlante: Legalizar delitos

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Legalizar delitos

Cientos de crímenes impunes cometidos por miembros de las fuerzas armadas, y por lo visto ni tantito les preocupa a los del PRI y algunos de sus aliados.

La Ley de Seguridad Interior dio finalmente el primer paso aprobatorio en la Cámara de Diputados federal, y los senadores del PRI empujan el último tramo para la aprobación final por el Congreso de la Unión.

Niños, jóvenes, mujeres, ancianos asesinados, desaparecidos, torturados, robados, sin el castigo de los marinos y militares responsables.

Si con las leyes vigentes hacen ahora lo que se les pega la gana, con la protección de los tres poderes del Estado y de los estados, media neurona sobra para advertir lo que viene.

Ni el gobierno del nefasto Enrique Peña Nieto ni la mayoría de nuestros legisladores han escuchado las alertas de organizaciones no gubernamentales en México, así como de la Organización de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos.

Descomunal valemadrismo, en el empeño de “cumplir” con el compromiso pactado desde el gobierno del borrachales Felipe Calderón Hinojosa: darles a militares y marinos facultades anticonstitucionales para seguir violando la ley, sin poder ser tocados ni castigados.

¿Y por qué el rechazo y las críticas a la Ley de Seguridad Interior?

Casi por nada: las fuerzas armadas podrán realizar cualquier tipo de acciones que consideren “necesarias, pertinentes y eficaces para identificar, prevenir y atender riesgos”, con el agregado de que serían “de carácter permanente y no requieren de la emisión de una Declaratoria”.

O lo que es lo mismo, de aprobarse esa iniciativa, sin que alguien pueda impedirlo, el Ejército y la Marina estarán facultados para considerar que la seguridad interior está en riesgo, y actuar en las condiciones de “emergencia”.

La posibilidad expresa de que una manifestación ciudadana pueda considerarse “peligrosa”, y en ello la facultad de detener e interrogar, fuera de los procedimientos establecidos en nuestras leyes.

Militares y marinos podrán ejercer cualquier labor de “inteligencia” que consideren necesaria, como por ejemplo la grabación de nuestras conversaciones telefónicas, porque sus acciones quedarán en el futuro enmarcadas en el rubro de la seguridad nacional, y ya no en el de la seguridad pública.

Cualquiera de sus acciones e investigaciones puede ser reservada y permanecer oculta hasta por veinte años, precisamente porque todo lo que hagan o dejen de hacer quedará encuadrado como asuntos de seguridad nacional.

De ese tamaño la subordinación de los poderes civiles al mando castrense, por encima de nuestros derechos humanos, de nuestras vidas, de nuestras propiedades.

Legalizar lo ilegal, con “daños colaterales” adicionales.

Que las policías no funcionan, y que por eso tenemos que aguantar que militares roben, desaparezcan, torturen y asesinen.

Como si no nos diéramos cuenta que la violencia y la delincuencia siguen creciendo, con todo y la militarización que ya vivimos.

Pasamos de Guatemala a Guatepeor, porque los delincuentes siguen mandando, con el agregado de que quienes supuestamente vinieron a protegernos han servido para diez cosas: para nada, para nada, para nada y para siete fregadas.

No es de extrañar los saludos de la porra a Peña Nieto y compañía, a lo largo y ancho del país.

Y por supuesto que muchos cobrarán la factura, el año próximo al ir a votar.

 

NARCISO MEADE

 

Con las caravanas tradicionales y la disciplina agachona, formalizó ayer el PRI la precandidatura única de José Antonio Meade Kuribreña para la presidencia de la república.

El virtual abanderado tricolor prometió que en su eventual gobierno “habrá un combate formal y definitivo a la corrupción; ni un solo peso al margen de la ley”, y sobre esto admitamos la duda de si nos quiere ver la cara, o si cree que ni cuenta nos damos del descaro con que este gobierno, del que formó parte, nos ha robado a manos llenas.

Nos pintaba luego un México de ensueño, con un mejor presente y futuro gracias “al talento y la sensibilidad de un gran mexicano”, y para no dejarnos en la divagación y al borde del derrame cerebral nos puntualizó que ese gran mexicano es ni más ni menos que Peña Nieto.

Cuando ya muchos se sentían casi en Disneylandia, la advertencia de que es mucho lo que falta por hacer, y que por ello hay que profundizar los cambios que el actual gobierno federal ya inició.

O lo que es lo mismo, el aviso de que nos quiere agarrar de capirucho.

Por supuesto, no desaprovechó la oportunidad para raspar el mueble del puntero en las preferencias electorales, Andrés Manuel López Obrador.

El autoelogio del aspirante presidencial tricolor de que con él tenemos la experiencia, mientras en el peje la ocurrencia; y en el mismo orden, el conocimiento contra el enfrentamiento; la preparación contra la improvisación; los programas contra los caprichos; las instituciones y la ley, frente a las profecías.

Para rematar, como estocada, hambre de servicio priísta contra hambre de poder morenista.

Nomás le faltó decirnos que con él sí se va a hacer la carnita asada.

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