Opinión
Redefiniendo felicidad
En el transcurso de la semana, por azares del destino, escuché a una persona decirle a otra que no sería feliz si no lograba realizar tal cosa. Esto me hizo recordar como hace algunos años, en alguna materia de la preparatoria tuve que definir lo que era felicidad para mí.
Costándome un poco de trabajo, he de confesar, me dispuse a consultar la Real Academia de la Lengua Española, misma que la define como el estado de grata satisfacción espiritual y física, o bien, la ausencia de inconvenientes o tropiezos. Pero mi curiosidad no terminó ahí, materializando lo anterior, ¿Cuándo se alcanza el estado de grata satisfacción? Fue entonces, cuando llegué a la conclusión de que la felicidad, para mí, era el conjunto de todos aquellos momentos en qué verdaderamente te sientes así; feliz, en plenitud.
He podido constatar, a lo largo de mi corta vida, que la sociedad en conjunto con sus múltiples y marcados estereotipos, trata de imponernos el concepto de nuestra felicidad, asignándonos una rutina a seguir: estudia, trabaja, cásate y ten un hijo; luego entonces, podrás ser feliz. Si bien es cierto, para algunas personas esto puede sonar maravilloso, para otras, no lo es; en ambos casos, lo único procedente es respetar y abrir la mente para darnos cuenta de que cada quién define su felicidad conforme a lo que está viviendo en ese etapa. Incluso, puede que lo que en un principio te hace feliz, con el paso del tiempo ya no lo haga más.
Es importante entender, que cada cabeza es un mundo, que la vida es aquí y ahora. No debemos aferrarnos a un pasado que no volverá, ni obsesionarnos con un futuro cuya llegada aún es incierta. Lo único que tenemos seguro es el presente, y depende únicamente de nosotros el aprovecharlo o dejarlo pasar por buscar la aprobación de alguien más.
Yo pienso que la plenitud se alcanza en el momento en que cada persona encuentra las actividades, personas y lugares que la hacen feliz y tienen el valor, coraje y decisión de hacerlos parte de rutina de vida. El “qué dirán” puede perdurar unos meses; la frustración, toda una vida.
Las cosas más ordinarias de nuestro día a día, las personas con las que convivimos a diario, pueden hacer cambiar nuestro sentir sin siquiera darnos cuenta. Abrir la mente para esas pequeñas señales que nos da el destino mostrándonos lo bueno que puede ser vivir, es el principal reto de nuestro trabajo de “ser” humano.
Un café por la mañana, mi canción favorita en la radio, jugar con mis sobrinos, un “muy bien” de mi jefe, escuchar un consejo de mi mamá, un sábado en la noche con mis amigas, un plato de mariscos, viajar, bromear con mi padre, escuchar las historias de juventud de mis abuelos, un domingo con mi familia, admirar una ciudad desde un punto alto. Es un poco de lo que yo puedo llamar felicidad. Y la tuya, ¿Cuál es?